Nuestra primer portada

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Revista "Madre Tierra"

domingo, 31 de marzo de 2013


Enrique Santos Discepolo:
El tango y su tristeza
Esta semana, si bien no se recordó mucho, Enrique Santos Discepolo cumpliría años. Para ser exactos el 27 de marzo de 1901, nacía este irrepetible autor y compositor argentino.

Sin lugar a dudas, uno de los más grandes poetas que han surgido en el país a través del universo del tango ha sido Enrique Santos Discépolo, quien a través de un estilo original en el que se entremezclan sensaciones, pasiones y el ritmo orillero propio de la música ciudadana logró plasmar la idiosincrasia de los argentinos y su visión de este frágil mundo fugaz y muchas veces injusto.

El poeta logró expresar de manera sencilla y directa la dualidad del hombre, sus desventuras, y el universo global que lo rodea y en oportunidades los asfixia, sin alejarse de la línea armónica que requieren los versos para ser parte de una composición musical que también gustara al público.
No en vano, en infinidad de ocasiones diversos escritores provenientes de las corrientes del pensamiento han considerado a Discépolo como un verdadero filósofo de su época, ya que supo resumir en sus poemas ideas
 básicas y a la vez grandiosas del fugaz paso del hombre por esta vida.

Y es precisamente en esta característica en la que Discépolo logró diferenciarse del resto del los creadores populares del mundo del tango, debido a que su obra siempre continúo una línea única, que condujo al surgimiento de lo que podría ser considerado un nuevo género de composición basado en el espíritu discepoliano.

Este estilo único es indudablemente reconocido de forma inmediata por todos, quienes observamos con admiración y cariño su obra, que no en vano es considerada como profética, siendo por supuesto un conjunto de composición que jamás perderán vigencia, porque en definitiva hablan del hombre y de su condición.

El polémico Discepolín nació un 27 de marzo de 1901 bajo el nombre Enrique Santos Discépolo Deluchi en el barrio porteño de Balvanera, en medio de una familia de clase media que gustaba del arte y sobre todo de la música.

Su padre, llamado Santo y de origen napolitano, era un destacado músico que había decidido trasladarse y establecerse en Buenos Aires con el fin de mejorar la situación económica de su incipiente familia, y así fue que lo hizo, junto con su mujer Luisa Deluchi.

Muchos historiadores aseguran que fue su progenitor quien funcionó como punto de partida para que el pequeño Discépolo optara por continuar el camino de la música.

Sin embargo, gran parte de las opiniones coinciden en señalar a su hermano Armando, varios años mayor que él, como la influencia más importante que tuvo en su vida, en lo que se refiere al despertar de su vocación como poeta.

Enrique Santos Discépolo tuvo el infortunio de experimentar una infancia triste, que lo enfrentó a la muerte de sus padres cuando aún era muy pequeño, pero que afortunadamente encontró la contención y el cariño paternal en la figura de su hermano mayor.

En este sentido, el poeta expresó en una oportunidad: "Tuve una infancia triste. No hallé atractivo en 
jugar a la bolita o a cualquiera de los demás juegos infantiles. Vivía aislado y taciturno. Por desgracia no era sin motivo. A los cinco años quedé huérfano de padre, y antes de cumplir los nueve perdí también a mi madre. Entonces mi timidez se volvió miedo, y mi tristeza desventura".

A pesar de que con los años se convertiría en un destacado hombre de letras, Enrique Santos no poseía en su haber una educación formal, ya que poco después de iniciar sus estudios secundarios en la Escuela Normal Superior "Mariano Acosta", ubicada en el barrio porteño de Once, decidió abandonarlos para dedicarse por completo al teatro, luego de que su hermano Armando lo influyera notablemente para desarrollar dicha vocación.

Así fue que el joven Enrique Santos dio sus primeros pasos en el escenario teatral, debutando como actor en 1917, con sólo 16 años de edad, en la obra "El chueco Pintos", un sainete que había sido compuesto por su hermano en colaboración con Rafael José De Rosa, producido por la compañía de Roberto Casaux. Luego llegaría su primer papel protagónico en la obra "Mateo", también compuesta por su hermano Armando.

Paralelamente, Enrique Santos ya había comenzado a incursionar en la escritura, produciendo sus primeras obras de teatro en 1918, con títulos tales como "El señor cura", "El hombre solo" y "Día feriado", éste último se convirtió en un verdadero éxito, cuando fue estrenado por la compañía de Blanca Podestá en 1920.

A medida que pasaban los años, Discepolín mejoraba notablemente su estilística, y cada vez más se acercaba a lo que se convertiría su mayor fuente de inspiración: el tango.

Fue así que en el año 1924 estrenó en la ciudad uruguaya de Montevideo su primera letra compuesta para el 2x4, titulada "Bizcochito", la cual había sido compuesta a pedido del prestigioso dramaturgo Saldías.

Sin embargo, la figura de Discépolo no logró brillar con aquella composición, que muchos catalogan de insípida, y que por fortuna fue inmediatamente olvidada tras su segunda composición, el destacado y revolucionario tango "Qué vachaché", compuesto en 1925, con el cual el poeta se iniciaba en una producción literaria contestataria, que lograba describir con crudeza y realidad la situación social que se reconcentraba atravesando la Argentina de aquella época.

Muchos expertos tangófilos aseguran que la línea compositiva que Enrique Santos inició con "Que Vachache", maduró la idea en "Yira... yira", se prolongó en tango tales como "Qué sapa, señor" y evolucionó hasta llegar al famoso "Cambalache" en 1935.

No es de extrañar entonces que Discépolo sea considerado por muchos como un verdadero crítico de la realidad social, lo que lo convierte en muchas oportunidades en un completo filósofo de su tiempo, brindando al universo del tango composiciones memorables, que por lo general han sido señaladas de proféticas.

Entre sus composiciones destacadas no podemos olvidar mencionar letras de tango tales como "Malevaje", "Sueño de juventud", "Chorra", "Soy un arlequín", "Confesión", "Uno", "Cafetín de Buenos Aires", "Esta noche me emborracho", "Sin Palabras", "Tormenta", entre otras.

Quizás la mejor manera de describir su obra poética es a través de sus propias palabras, cuando en una oportunidad Discepolín manifestó: "Una canción es un pedazo de mi vida, un traje que anda buscando un cuerpo que le ande bien. Cuantos más cuerpos existan para ese traje, mayor será el éxito de la canción, porque si la cantan todos es señal de que todos la viven, la sienten, les queda bien".

La muerte llegó a la vida de Discépolo un día antes de la Navidad del año 1951, quizás de sorpresa, aunque para él y para muchos que lo acompañaron junto a su lecho había sido en realidad una muerte anunciada.

Las certezas en cuanto a las causas de su fallecimiento aún hoy son desconocidas, rodeadas de noticias confusas y difusas, aunque la mayoría de los investigadores coinciden en señalar que Enrique Santos murió de tristeza.

Esa desolación y esa tristeza que se hizo presente en la mayor parte de su producción poética, fue la que finalmente se adueñó de su alma, y nos arrebató para siempre su arte.

No en vano, Discepolín había mencionado días antes de su muerte, “La tristeza es el corazón que piensa”, definiendo quizás su paso por este mundo.

Noelia Scalora, su nuevo disco




Estimados amigos,
   Es fundamental que los jóvenes conozcan y estudien las Artes y Ciencias de nuestro Folklore.  Rogamos su adhesión al Proyecto de Ley de Enseñanza del Folklore en las Escuelas que presentara la Diputada Nacional por San Juan Margarita Ferrá de Bartol. Adjuntamos el Texto del Proyecto: 
   Sería muy importante que hicieran llegar por correo electrónico el texto que sigue más abajo a la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la Nación.
   También pedimos a todos que reenvíen este correo a sus amigos para ampliar el número de los mensajes de adhesión que reciban los miembros de la Comisión.




    Adherimos al Proyecto de Ley de Enseñanza del Folklore en las Escuelas presentado por la Diputada Nacional Dña. Margarita Ferrá de Bartol y que auspicia la Academia del Folklore de la República Argentina.


    Muchas gracias

              Firma_1               Firma_2

               Marián Farías Gómez                                                Antonio Rodríguez Villar
               Secretaria Académica                                                            Presidente


              Sede Provisional: Talcahuano 826, 8º piso, 1013- Buenos Aires. Argentina
                        Teléfono: 011-4812-9370   info@academiadelfolklore.com 

HISTORIANDO CANCIONES 

 
TRAGO DE SOMBRA
Zamba
Música: Eduardo  Falú - Letra: Jaime Dávalos






Y es el mismo Jaime Dávalos quien nos cuenta estas historias fantásticas en las que no sólo se trasluce la profunda amistad que los une, sino también la genialidad creativa de dos hombres superlativos, representantes de nuestra cultura musical.
"Siempre soñando la música, su lenguaje viejo como el mar, su lenguaje solicitando la palabra que lo contenga, he oído una y mil veces la canción que mi amigo jugaba y hacía entre las cuerdas arrancándoles la luz, la visión del mar.  Yo lo veía al mar, veía también la cordillera donde la tonada valsea entre la sucesión navegable de filos azules, de oleaje geológico, la lejanía... Una nostalgia antigua de Dios me hizo juntar mar y cordillera para que al borde de la más cósmica desolación  el amor hallara sus palabras”.
"...Y nunca te he de olvidar..." sobre la arena con una vara de tamarindo, ella escribió su juramento antes de separarnos. ¿Era en los médanos de la cordillera? ¿Era en la playa de aquel río furibundo que bajaba de la montaña revolcándose en su lodo y su espuma? ¿Fue allá en las arenas donde el mar en semicírculos tendía sus burbujeantes redes bajo las menudas patitas de las gaviotas?”
"...el viento lo fue borrando..." ¿qué fundamento puede ser si no está escrito en el hueso, si no lo grabó la sangre, más fuerte que la muerte o el olvido?”
El amor es eterno en el instante, su densidad un impulso que lo proyecta de vida en vida hacia la perfección final.
Y mientras Eduardo ajustaba los dedos a lo que quería decir y cómo lo quería decir, me afanaba por que la palabra fuese la que me dictaba la música, la que me decía en bulto alucinándome al oído, demandándome este corazón que se ha de comer la tierra".
"Tenía yo diecinueve años cuando ví por vez primera el río Paraná. Vine al sur en un tren de carga con tres changos más: El Polaco, El Coya y Germita. Tres reos de esos que nos regala la frecuentación de una esquina, un sentimiento solidario de barriada, la luna, el pucho, los sueños sin salida de la adolescencia. Nos bajamos del carguero en Campana, y fuimos a pedir comida al puerto porque de tanto tomar mate cocido veíamos verde hasta las salinas. El río nos manifestó su generosidad en aquellos marineros de remolcador que nos regalonearon con todo lo que tenían. El río color puma, pasaba relamiéndose los cascos de las balsas y canoas, mientras mis ojos rajados de ver país adentro sus desolaciones resecas, también lo lamían, lo acariciaban enmelándose en la untuosa luz de su movediza pradera de aguas.  Ahí debe haber nacido esta canción, nació en mi sangre como un diálogo mudo con el río".
"Dame a beber de tus ojos,
 dos tragos de sombra
 de tu corazón".
"Con el ocico sumido como zorro que a (sic) chupao alumbre, entró silbando Eduardo. Yo habitaba entonces uno de esos anticipos de la cobacha, un departamento donde la luz era un rezagado y pálido recuerdo del crepúsculo. La llegada de mi amigo me traía una euforia festiva de preso en día de visita. No me faltaba un chango entre mis hijos para que oficiara de "andá trai" y enseguida fleteábamos al almacén a uno para que nos arrime un trago inductor de la confidencia.  Tras largo charlar no bien se nos agotaban las novedades venía la pregunta de siempre:
  -- Y... ¿Qué estás haciendo? -- Ya sabía yo que alguna melodía se le desovillaba en aquel silbidito augural con que había traspuesto la puerta.
Aquel día comenzó a silbarme lo que después iba a ser la zamba "Trago de Sombra", pero a esa distancia mano a mano me cosquilleaba el oído como si se me metiera un mosquito.
  -- ¿Baisano, bara qué la hací? La llena la oreja di baba y vientito ché, a la bobre compagre Dávalu.--
Falú se rió con esa lozana generosidad de siempre, aunque a ningún pelao le gusta que le tomen el pelo y me pidió la guitarra, ya sabía que mi guitarra era una de esas de mala muerte, que sin más pretensión que la de acompañar el canto, nacen destinadas a ser tablas de lavar penas o ponchos de algún oyente descomedido.
--¡Linda guitarra! ¿Ladronde l'as sacao? -- y siempre en tono de broma añadió, ya para darme jaque mate aprovechando el estupor mío:
--Que, l'as cambiao por un balde?...--
Balde y todo, aquella guitarra flaca e introvertida (regalo de mi amigo César Espejo) y más tímida que perro retao, en las manos del mago se puso lujosa de sonidos y nos ató una vez más el corazón en el canto: dio a luz "Trago de sombra”.

Fuente: Juan Carlos Fiorillo.-

LA CHICHA DE JORA
y LA COSMOVISION ANDINA

“Brindemos con la dorada cerveza celebratoria,
como en aquellos tiempos cuando otros bebieron
la sagrada chicha, menester primordial
de los festejos de los pueblos originarios”.

Cuando llegaron los españoles a América encontraron una bebida ingerida por las naturales de Centro América, a esta le daban el nombre de “Chicha”. Según la Real Academia Española y otros autores, la palabra "chicha" proviene de una voz aborigen del Panamá (kuna chichab) que significa "maíz".
Según el diccionario de aztequismos de Luis Cabrera, “Chicha” desciende del náhuatl chichiatl, "agua fermentada", compuesto con el verbo chicha (agriar una bebida) y el sufijo -atl'(agua). En el Perú prehispánico esta bebida tenia el nombre de “AZWA”, “ACJA” y mas al sur se le llamaba “ACCJA” y los aymaras le daban el nombre de “kusa”. La cultura Moche y luego Chimú lo llamaban “Kocho”. En resumen la palabra “Chicha” no nace en nuestras tierras.
La frase “Jora”, es tal vez un poco difícil establecer su verdadera definición.Sergio Zapata Acha, en su Diccionario de Gastronomía Peruana lo define como voz quechua “sura o sora, que significa maíz germinado para elaborar la chicha”, igual definición lo tiene en Colombia el Dr. Lacydes Moreno Blanco en su “Diccionario de vozes culinarias”. Al respecto quiero manifestar que “Sura, Suru o Soru”, es persona que se arrastra, es decir tal vez se confunde con los efectos de ingerir la chicha de jora fermentada. En algunos pueblos alto andinos la palabra “Jora”, manifiestan que es “vida partiendo de energía”, definición que comparto.
En Argentina existe una fermentación de maíz al que llaman “chicha muqueada”, esta preparación se hace con granos masticados, viene del quechua moqch'iy:. Enjuagadura, acción de enjuagarse la boca. Expeler el enjuague.
Solicito a todos los que copian y reproducen mis notas gastronómicas, lo hagan en su totalidad, así como también los que los leen. Tienen toda la libertad de explotar mis anotaciones, nunca lo recorten, por favor. Además quiero manifestar que todo proyecto de investigación nace con una pregunta, LAS PREGUNTAS NO LO ASUMAN COMO AFIRMACION, y es deber de todo maestro, profesor o docente escuchar la pregunta y luego contestarla para que el alumno o el deseoso de aprender lo analice.

LA CHICHA DE JORA y LA COSMOVISION ANDINA

La religiosidad andina es holística, cada parte esta indisolublemente ligado entre si, constituyéndose la unidad del todo, así la acción de sus partes repercute en la acción de los demás. La vida es una fiesta que nunca acaba, siempre crea. Para los andinos la realidad esta integrada por tres comunidades interrelacionadas. La naturaleza (sallqa), la comunidad humana (runas) y la comunidad de las padres (wacas o deidades). Los tres se encuentran en continuo dialogo y reciprocidad, pues este es el modo de ser de la vida, también comparten sus características de incompletitud. Para que haya vida, diálogo y reciprocidad debe haber igualdad; si se rompe la igualdad la relación se torna asimétrica, se beneficia unos y se perjudican otros.
Conforme a esta lógica la comunidad humana realiza ritos de invocación o petición a sus wacas en determinadas épocas del año para merecer su ayuda y cuando siente agudamente si debilidad. A su vez hace lo propio cuando las wacas o sallqa necesitan de su ayuda. Por esta época la Tierra se aleja del Sol, la humedad y el calor son mínimos y las condiciones para la vida merman. En este momento el liderazgo es asumido por la comunidad humana y decide entonces en reciprocidad al amor, calor y vitalidad al Tayta Inti (Padre Sol), ofrendarle ritos ceremoniales para su salud y vigor y sobre todo para hacerle saber el cariño y la adhesión que le profesan sus hijos.
Por esta razón la comunidad humana brinda constantemente desde el 21 de junio hasta el 31 de julio ritualmente la CHICHA, bebida sagrada al Tayta Inti para contribuir a su fortalecimiento. Esta ceremonia real (Kay Pacha) -que siempre se realiza el 21 de junio- tiene su equivalencia en el fenómeno astronómico del mundo de arriba (Hanan Pacha) ya que por esta fecha hace su aparición en nuestro firmamento la constelación de Las Pléyades.
Para la cosmovisión andina esta constelación es el mensajero cósmico encargado de brindarle su vaso de CHICHA al Sol (conforme a la ilustración de Huaman Poma de Ayala correspondiente al mes de junio). Entonces se da una sincronía: Como es arriba, es abajo. En el Perú actualmente existen grupos que rescatan esta costumbre, ejemplo es el grupo Integración Ayllu que realizó la fiesta del Musuq Wata Tahuantinsuyano, fiesta que celebra el solsticio de invierno y el comienzo del año nuevo tahuantinsuyano. Cabe resaltar que para la fiesta principal el brindis se hacia con KKORI ENKKAYCHU (cáscara de huevo de cóndor).

Rodolfo “Locrito” Tafur

Material de investigación y bibliografía:
MORENO Blanco, Lacydes: “Diccionario de vozes culinaria”. U. Externado de Colombia, Bogotá.
ZAPATA Acha, Sergio. “Diccionario de Gastronomia Peruana Tradicional”. Universidad SMP.
LAYME Acajopa, Teófilo. “Iskay simipi yuyayk’ancha”. Diccionario Quechua. La Paz, Bolivia. Enero 2007.


Danzas nativas

EL ESCONDIDO







A lo lejos, las guitarras y el tum! tum! de las cajas anunciaban el Carnaval.
Andrés, Javier, Pedro y Roque estaban pasando unos días de vacaciones y de alegre camaradería en la finca de Domingo Herrera, en la Vuelta de la Barranca. ¡Era una barra formidable!
El vergel del Santiago de ayer, era La Vuelta de la Barranca a pocas leguas de la ciudad. Conglomerado de gente bien, de criolla y venerable estirpe, diríase que por aquel entonces era también un venerable patriarcado. El noventa por ciento de una clase de igual nivel social, que mantiene hasta hoy su nobleza, su hidalguía y su bien vivir.
Arpa, violín, guitarra y bombo, arrancan en una chacarera. Bailan los compadres: don Pedro y doña Dolo; don Segundo y doña Dominga. En la mudanza, las mujeres escobillan entre el humo de los estruendos, un ir y venir de serpentinas y una verdadera lluvia de agua florida y polvo de arroz perfumado. Es ya pasado el mediodía. La fiesta está en lo mejor. Pavos, gallinas, lechones y cabritos van saliendo del horno.
En un grupo de amigos se comenta:
—Está Chaza y sus amigos, le pediremos que toque algo para nosotros.
Y se hacen distintos grupos de sobremesa. Andrés toca la guitarra. Pese a su juventud, diestro era ya para pulsar las cuerdas. Nuevamente los músicos entran en acción: el escondido, una zamba, una chacarera. Cerca del arpa, Andrés acompaña. Tenía obsesión por la música nativa y en aquel carnaval aprendió del ciego arpista varias piezas, entre ellas, el escondido. El clásico escondido, el tradicional, el típicamente folklórico norteño que más tarde publicó en su Primer Álbum de Música Nativa.
Cuando una vez le pregunté, dónde lo había aprendido, me contestó:
—Lo aprendí del ciego Carmen, siendo muchacho, en La Vuelta de la Barranca, en una celebración del jueves de las comadres en lo de doña Dolito Herrera, la tía de domingo.

Fuente: El Eterno Juglar. Andrés Chazarreta, su vida y obra. Agustín Chazarreta. Ricordi Americana. Buenos Aires.



De creencias y supersticiones




 

EL ALMAMULA


Dicen que cuando sopla el viento sur, pegada a la punta dispara desbocada una ánima condenada por el ejercicio de relaciones incestuosas, que se materializa asumiendo la forma de una pequeña mula la que en su carrera arrastra cadenas (al juzgar por los sonidos), lanzando fuego por la boca y alaridos similares a la de una persona que emite ante la asfixia. Hay hombres de campo que juran haberla visto en los cruces de caminos, mientras que otros van más allá, asegurando haberla salvado a la condenada, esta es la ALMAMULA.
En la creencia popular santiagueña ha nacido esta creación monstruosa, consecuencia resultante de la práctica de relaciones sexuales incestuosas, esto es entre familiares: madre e hijo; padre e hija, haciendo extensible al parentesco nacido por lazos religiosos con el padrinazgo de hijos o matrimonio (los compadres) y esto es porque se le otorga a los mismos, el grado asimilado de padres dentro de la familia.
La persona que sufrirá la metamorfosis, es la mujer, la que en oportunidades de su salida permanecerá dormida en su lecho mientras su espíritu transformado recorrerá los caminos mostrando a la comunidad su situación y sufrimiento. El sueño será tan profundo durante la metamorfosis  que ninguna causa podrá despertarla. La pecadora solo lo hará cuando su espiritualidad regrese y se incorpore a su cuerpo, lo que implica la desaparición de la Alma Mula.
Otra
s veces las formas serán distintas, siempre de animales y será responsable de los daños causados en las haciendas donde dejará tendales de animales caprinos devorándoles tan solo las viseras. 
Las noches de viento sur los corajudos armados esperan la aparición de la Alma Mula. Dicen que hubo quien logró verla, y que el secreto para su salvación consiste en darle un hachazo en la oreja, en esta situación la mulita pega la vuelta y comienza en veloz carrera a encaminarse hasta su casa, dejando las huellas de la herida estampadas en el suelo. Siguiendo estos rastros de sangre se puede llegar hasta el rancho donde se la encontrará a una persona de sexo femenino con la oreja sangrando tratándose en este caso de la pecadora. Hay otros que aseguran haberla salvado a la desdichada de la prisión de sus pecados, aprovechando para ello el temor que le infunda la cruz, es por eso que hay que esperarla en los cruces de caminos porque es donde detendrá su desenfrenada carrera para girar y volver por donde venía. Los salvadores, hombres de reconocido coraje, se arman para ello con un facón de acero y solo de aquéllos que tienen una "S" en el final del mango y el inicio de la hoja, es decir formando una cruz. La impúdica metamorfoseada ha de frenarse en el cruce del camino donde el corajudo salvador ha de mostrar su facón-cruz y de un hachazo cortarle la oreja (a manera de señal) siendo esto el remedio o mejor dicho la reivindicación de la pecadora con la que hallará sin duda una paz reconfortante como resultado de esta estremeciente lección recibida por su conducta antinatural y repudiable. 
La relación incestuosa así, queda desterrada de las mentes que puedan haberla concebido como posibles y en su eliminación se logra una descendencia pura y clara frenándose toda idea de relación sexual consanguínea.
Fuente: radio mailin



 
EL PERFIL FOLKLÓRICO DE LA ZAMBALA YAVEÑA





Por Raúl Calizaya (x)

El cancionero popular y tradicional de la Puna jujeña atesora variadas y magníficas expresiones. Su contenido pone de manifiesto la existencia de dos corrientes sustanciales: una proviene del estrato rural, y está representada por el canto coplero y de tonadas dolientes basadas en melodías tritónicas, las que muestran  una riqueza excepcional por el variado contenido temático de sus estrofas. La otra está representada por el canto tradicional y la poesía telúrica de los pueblos pequeños y salones urbanos cuyos protagonistas participaban de un sistema de vida más próximo a las latencias de las ciudades, en donde hay un movimiento social e intelectual de distinto matiz. El repertorio tradicional de esta última franja social, se integra de una variada gama de zambas, cuecas, bailecitos y carnavalitos, y en menor medida, de taquiraris y valses criollos.
Entre las poblaciones que medraron intensamente en el norte jujeño a partir del siglo XIX, como consecuencia de la transculturación creciente de bienes se distingue el núcleo social de Yavi, poblado que se levanta a 300 km de la ciudad de San Salvador de Jujuy, casi sobre el límite norte con la hermana República de Bolivia. Su hegemonía sobre las demás poblaciones de la Puna fue decisiva durante un largo periplo que se inició en épocas de la colonia y culminó en el año 1907, con la creación oficial del pueblo de La Quiaca y la posterior habilitación de la línea ferroviaria hacia Bolivia. Como dato ilustrativo, ponderado en el orden turístico e histórico, se deja constancia de que la Casa de Hacienda del pueblo de Yavi fue asiento del último marqués llamado Juan José Fernández Campero, Martiarena del Barranco, Pérez de Uriondo, Hernández de La Lanza, Vizconde de San Mateo y marqués del Valle del Tojo y de Yavi. Tanto la Capilla de Yavi, como la referida Casa del Marqués fueron declarados monumentos nacionales.
En su territorio e inmediaciones, se libraron ocho combates entre patriotas y realistas en las luchas por la independencia, a partir del año 1810. En ese lapso se enriqueció sensiblemente su patrimonio tradicional, desde donde fue factible rescatar una serie de expresiones populares y anónimas de matices atrayentes. Entre ellas figura la conocida zamba “La yaveña”, cuya interpretación en tiempos pasados llenaba necesidades de solaz y diversión. Hoy, su recuerdo despierta en la memoria de los hijos que emigraron del lugar a partir del año 1907, cálidos mensajes de hermandad. A pesar de los años transcurridos, la referida zamba sigue teniendo vida propia y se impone con un brillo notable ante las nuevas manifestaciones de la actual proyección folklórica, que busca afanosamente un lugar en el gusto y en la sensibilidad popular.

Área de dispersión y variedad de sus estrofas

La Yaveña, como zamba, es conocida en todo el ámbito del noroeste Argentino y en el sur de la República de Bolivia. En este último lugar se difundió con el nombre de “Arbolito”, en alusión directa al comienzo de la primera estrofa que dice “arbolito de miniatura…” Uno de los pioneros del arte musical boliviano, el folklorista don Felipe Venicio Rivera la llevó al disco con el nombre de “La Quiaqueña”, pero es de justicia reconocer que no se popularizó con esa denominación. Don Atahualpa Yupanqui contribuyó a su difusión presentándola con el nombre de “Zamba del Viento”. Sergio Villar la recogió en Catamarca y Salta con la denominación de “La Ingrata”. Es dable observar que antes de alcanzar resonancias en los ambientes sociales de los pueblos pequeños de la Puna, el tema gozaba de una gran difusión gracias al milagro de la tradición oral.
Son notables las variantes con que cuenta su letra en la actualidad, detalle que constituye una prueba de su acabada folklorización.
A continuación se transcriben algunas de las estrofas más conocidas:

                                                             

                      Arbolito                           
de miniatura
que con locura
cuidaba yo,
estando tierno,
florido y bello
vino el invierno
y me lo secó.

Aquellas aves
que van volando,
que van cantando
dichas de ayer,
como quisiera
volar con  ellas,
irme con ellas,
jamás volver.

Se fue el hechizo
del alma mía
y mi alegría
se fue también,
en un instante
todo he perdido,
¿Dónde te has ido
mi amado bien?

Amor eterno
tú me juraste,
amor eterno
yo te juré,
cobardemente
tú me engañaste,
y yo insensato
no te olvidé.

Tú me decías
que me querías,
que era tu almita
solo ¡ay! de mí;
pero negaste
darme una prueba
que ardientemente
te la pedí.

Oye, yaveña
de mis lamentos,
de estas canciones
que tuyas son:
mañana marcho
y te dejo sola.
¡Adiós yaveña,
por siempre adiós!

Sólo te pido,
yaveña mía,
que no me olvides
por compasión,
quereme siempre,
no seas tan mala,
¡Vamos yaveña,
no seas así!

Es tu camino
lleno de flores,
lleno de flores
tu porvenir.
En mi camino
sólo hay dolores
que amargamente
me hacen sufrir.


Las estrofas precedentes tienen un alto vuelo lírico que embellece gratamente el motivo del canto. Es conmovedor el requerimiento nostálgico y romántico del enamorado en vísperas de su partida, resulta conmovedor el dolor del protagonista por un desengaño amoroso vivido, y los llamativos ruegos de recordación.
El lenguaje es propio del hombre que cultiva las expresiones poéticas. El texto no encierra regionalismos, salvo la identificación del lugar de procedencia de la mujer a quien se canta.


El ritmo y su profundidad histórica
La zamba tiene un ritmo lento y pausado, de manera que se presta para que los invitados al ruedo de la danza puedan entonar sus estrofas mientras la bailan. Tiempo atrás, su ritmo fue el de la chilena o el de la zamacueca, conservando hasta el presente modalidades comunes referidas al revoleo del pañuelo, marcados arrestos por parte del varón y delicados desplazamientos por parte de la mujer, la que elude graciosamente los requerimientos de su pareja.
Como dato ilustrativo se cita el año 1824 como punto de partida de difusión de las primeras zamacuecas que se originaron en Lima (Perú). Resulta prodigioso el fenómeno de dispersión de dichas expresiones en el primer cuarto de siglo subsiguiente. Después del encuentro bélico de 1879, Chile bautizó la “cueca” con el nombre de chilena; Perú la convirtió en “marinera” y Bolivia, hizo de la “cueca” su danza nacional.
En cuanto al origen de las estrofas de nuestra zamba, la investigación nos deparó sorpresas. Un hallazgo en la literatura romántica realizada por el poeta jujeño don Domingo Zerpa, nos alertó sobre la antigüedad de sus fuentes. El célebre poeta Esteban Echeverría, quien trajo a Buenos Aires las fuentes del romanticismo desde París en 1832, publicó en el año 1837, el poema titulado “Ausencia”, en donde se transcribe el fragmento que canta el pueblo y que dice:

“Fuese el hechizo
del alma mía
y mi alegría
se fue también.
En un instante
todo he perdido,
¿Dónde te has ido
mi amado bien?”

La identificación del origen del  resto de las estrofas, constituye un desafío a la constancia y dedicación de los estudiosos del Folklore.
Todo fenómeno folklórico se inicia con un acto individual, ya sea de descubrimiento, de invención o de imitación, pero no se puede considerar popularizado mientras se mantenga en la esfera privada. Indudablemente para conseguir que un texto poético encuentre a través de los avatares del tiempo, una línea musical acorde con su vena lírica, requiere muchos años de intenso trajinar. Por otra parte se debe tener en cuenta que todo conglomerado “folk” no recepta de buenas a primeras los ofrecimientos culturales que le llegan desde los estratos urbanos. Esta asimilación se produce lentamente, previa comprobación de su funcionalidad. Descarta lo que no le conviene e introduce modificaciones al bien propuesto hasta adecuarla a su sensibilidad. Es por ello que en “La Yaveña” se advierte que se trueca el “Fuese el hechizo”… por el  “Se fue el hechizo…”, más a tono con el gusto popular.
Con la transmisión oral de la expresión, acto que se cumple en forma espontánea de generación en generación, quedó en el olvido el nombre del autor. La anonimia, la popularidad y la tradición son por consiguiente, los rasgos sobresalientes que la definen como fenómeno folklórico.





Un caso similar sufrió la popular cueca boliviana, conocida con el nombre de “La huanchaqueña”, contemporánea de la “La yaveña”, para llegar a su folklorización. Esta expresión pervive hoy con impresionante fuerza en Bolivia y en todo el ámbito del noroeste argentino.
Juan Alfonso Carrizo la registra en el Cancionero Popular de Jujuy, bajo el Nº 83 donde transcribe las siguientes estrofas:

“A la Mancha me fuera
de buena gana
si hubiera un mancheguito
que me llevará”.
“Al entrar en Valencia
me corté un dedo
y una valenciana
me ató un pañuelo.
Viva usted muchos años
Valencianita…”.

Luego bajo el Nº 76 “a” y 83 “a” respectivamente, transcribe las variantes folklorizadas:

“A Guanchaca me fuera
de buena gana
si hubiera una guanchaqueña
que me llevará”.

“Cuando me fui a Guanchaca
me corté un dedo,
salió una guanchaqueña
me ató un pañuelo”.


La Compañía Huanchaca de Bolivia operaba un ferrocarril desde Uyuni, cerca de los salares en la parte sudoeste del país, hasta Pulacayo y el distrito minero de plata en Huanchaca
La longitud total de la línea era de 43 kms., la trocha de 762 mm (30”). La foto es un carro de inspección en la mina de Pacamayo en Huanchaca en 1919. No es un tranvía en el sentido usual, pero tampoco es un tren. (Chistopher Walker).  

El 4 de noviembre de 1908 los bandidos norteamericanos, Robert Leroy Parker (Butch Cassidy) y Harry Alonzo Longabaugh (Sundance Kid), interceptaron a la comitiva de la Compañía Aramayo que transportaba, a lomo de mula, la remesa de sueldos para los trabajadores y se apropiaron de 80'000 pesos bolivianos que eran equivalentes a medio millón de dólares actuales. El atraco se produjo en la zona de Tupiza (provincia Sud Chichas) lo que dio lugar a la participación del ejército boliviano que siguió a los delincuentes hasta la zona de San Vicente donde tenían su guardia. El contingente militar se enfrentó a tiros con los bandidos que fueron acribillados al amanecer del 7 de noviembre de 1908, lo que marcó el fin de la Banda Salvaje conformada por Butch Cassidy y Sundance Kid, los delincuentes más famosos sobre cuya vida incluso se filmaron varias películas, una de ellas protagonizada por Paul Newman y Robert Redfor

Una conjunción artística de música y poesía

La línea musical de la zamba desciende desde el norte: Perú y Bolivia. El texto poético asciende desde los estratos intelectuales del Río de La Plata hacia el mediterráneo argentino. Y es en el histórico pueblo de Yavi y regiones circunvecinas, donde al conjuro de un ambiente propicia, se concreta la conjunción artística de música y poesía, fenómeno que aconteció a fines del siglo XIX.
El ambiente popular y los portadores del fenómeno folklórico hacen alusión a la importancia del medio geográfico, cuando sostienen que esta preciada y meritoria expresión es el “Himno popular de Yavi”.
Al haber perdido este pueblo su antiguo esplendor y al desintegrarse lentamente el grupo comunitario, hoy sus viejos moradores encuentran sentimentales vinculaciones entre el pasado y el presente, realizando reuniones amenas e integrando asociaciones familiares donde se evoca con fervor el antiguo esplendor de Yavi.
La zamba “La yaveña”, como fruto valioso del Patrimonio Intangible de la Humanidad, aporta a las páginas del folklore nacional una verdadera joya, todavía viviente en el repertorio folklórico de los jujeños. Esta especie fue presentada como tal, en el Segundo Congreso Nacional de Folklore realizado en Jesús María en 1975, donde se apreciaron las virtudes señaladas, habiéndose aprobado la ponencia, recomendándose su publicación y difusión.

(x) Raúl Calizaya nació en La Quiaca en 1931. En 1950 recibió el Primer Premio de los Juegos Florales de la Escuela Normal de Jujuy. En 1961 le otorgaron un Diploma Honorífico en las Primeras Jornadas Universitarias de Jujuy. En 1971 fue director de la primera Comisión Municipal de La Quiaca. Un año después fue director del Centro de investigaciones Folklóricas de esa ciudad. En 1973, presidente del Centro de Folkloristas Jujeños. En 1976, coordinador de la Comisión de Estudios de Folklore del Instituto Nacional del Profesorado de Jujuy. En 1979, coordinador del 3º Congreso Nacional de Folklore de Jesús María (Córdoba). En 1995 fue presidente de las Primeras Jornadas Nacionales de Folklore de Jujuy. En 1997 dirigió la publicación Alero Coya y en el año 2000 la revista Huella argentina, además publicó trabajos como Rimas solariegas (poemas); Cien años del folklore bajo los cielos de Jujuy; San Francisco Solano, patrono del folklore Argentino y Atahualpa Yupanqui: alma de guitarra, corazón de golondrina. Desde 2006 es miembro de la Comisión Binacional de Estudios de Historia y geografía (Argentina-Bolivia), entre otras actividades, premios, distinciones y publicaciones.